Las máscaras que escondo

Fuente de la foto: "Un universo de Ciencia Ficción".

¿Y si me hago invisible para no ir a trabajar?

Afuera, en la calle, soy otro, pero en mi casa tampoco soy yo; solo que esta es el lugar donde escondo mil máscaras: la del entusiasta, la del represivo, la del tonto, la del orate. El caso es que allí, entre las sábanas o en la cocina, guardo – como las viejas de cierta novela de Donoso – reliquias absurdas con las que diseño disfraces y caretas.

El otro día justamente salí convencido de que llevaba el traje adecuado y, como soy hombre de hábitos, caminé sin desviarme ni un milímetro de la ruta que siempre uso para ir al trabajo, sin embargo algo era distinto: la gente no parecía notar mi presencia y hasta tuve la impresión de que pasaban sobre mí o a través de mí.

Al llegar a la oficina, la secretaria con la que flirteo – aunque la desprecio – ni siquiera respondió mi saludo, peor mi piropo.

El jefe me ignoró más que de costumbre, mientras el conserje escupía por el mismo sitio por el que yo pasaba…

Entré en pánico y corrí al baño, descubriendo al mirarme en el espejo que, en realidad, había olvidado ponerme el disfraz, que era invisible.

Desde entonces no he vuelto a salir de casa, temo que me roben las caretas y prefiero cuidarlas sacrificando mi vida, aunque eso también sea una máscara.

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